Visita a su taller el 4 de septiembre de 2025 – Por Javier J. Hernández Acosta
La tumbadora es la representación del tambor más reconocida en América. Ahora, me atrevo a afirmar que precisamente va desde Canadá hasta el Cono Sur. Pero más interesante resulta que un poco de esta difusión se está gestando desde el barrio Germantown en la ciudad de Filadelfia. A pocos días de mi visita a la ciudad para la conferencia anual de STP&A (Social Theory, Politics and the Arts) que se celebró en Drexel University, aproveché la oportunidad de visitar a este dúo de emprendedores que llevan desde 2021 gestando su propia marca artesanal.
Llegué a través de la estación de 15th Street/City Hall, subiendo trece paradas hasta la estación de Orley, un barrio del norte de Filadelfia que curiosamente tiene la población con mayor diversidad lingüística del estado. De ahí tomé un carro que me dejó en la entrada de un pequeño callejón en medio de Church Street. Allí está el local 362, un pequeño taller que está rotulado con una pieza de madera pintada donde, más allá de la marca, se destaca la frase “Drums made by Drummers”. Allí estaban el Tongo y Christian, montando unas bases de un quinto de roble rojo de su primera línea de tambores de rumba, unas hermosas tumbadoras de 28” fabricadas en los tamaños tradicionales de 11”, 11.75” y 12.5”, además de un requinto de 10”.
Ya a Christian lo había conocido en 2019 durante una visita a Filadelfia, donde nuestro amigo en común, el percusionista venezolano Andrés Cisneros, nos juntó en una descarga en la casa del percusionista cubano Arturo Stable, un espacio donde hacían conciertos íntimos. Allí hubo guaguancó, latin jazz, salsa y tambores batá. Desde ese momento conectamos en redes sociales y vi la evolución hacia la creación de Acheré Percussion en 2021. Una sensación similar sentí con El Tongo, cuyo nombre de pila es Esteban Hernández, pues nos abrazamos como si ya fuéramos amigos. También conocía su trayectoria como artesano a través de las redes, por lo que aquel junte ya tenía mucho trasfondo y expectativas.
¿Qué hacían dos suramericanos asumiendo la resistencia cultural que supone la fabricación de tambores en los Estados Unidos? Sé que hay una carga política y social en mi pregunta, pero la extraje directamente de las conversaciones de ese día. Es natural pensar que se trata de una prioridad principalmente caribeña, pero cuando escuchas a estos dos artesanos, entiendes que se trata de una prioridad compartida de todos los latinos que han vivido de alguna forma cerca del tambor. Ese es el caso de Esteban, a quien todos conocen como El Tongo, que viene de una de las familias más legendarias y custodias de la cultura del candombe en Uruguay, conocida como “Las Catacumbas” o “Los Catas”, que curiosamente vienen de un barrio llamado Puerto Rico en la ciudad de Montevideo.
Esta pasión de El Tongo se amplió hacia la música cubana y, como muchos, tuvo que recurrir a fabricarse sus propias tumbadoras, lo que detonó una práctica artesanal de más de tres décadas. Aunque los tambores de candombe y las tumbadoras tienen sus propios estilos y diseños, comparten algunos aspectos como la construcción a partir de duelas y la técnica del doblaje de la madera al valor, los herrajes y el cuero. Precisamente, El Tongo aprovecha la conversación para hacernos una aclaración: lo que se utiliza para los cueros de los tambores de candombe es una parte llamada el “descarne”, que precisamente es una capa que va por debajo del cuero de vaca que utilizamos en las tumbadoras. Por lo tanto, se trata de una capa muy fina que va entre el cuero y la carne.
Un día, Esteban vio unos tambores batá en una de las rumbas de la Plaza Francia en Buenos Aires, que nos compara con las rumbas del Parque Central en Nueva York para que lo tengamos como referencia. Eran unos tambores aberikula fabricados por la empresa Sonoc en Cuba, cuyo nombre oficial es la Fábrica de Instrumentos Musicales Fernando Ortiz, pero siempre se han conocido por su nombre comercial, que es un acrónimo de Sonoridad Cubana. Finalmente, el dueño de los tambores decide venderlos a El Tongo porque no le estaba dando mucho uso, y de ahí surge la pasión de Esteban por la riqueza de los tambores batá, que representan una de las principales herencias de la tradición yoruba en América.
Mientras esto ocurría, un joven llamado Christian Noguera venía creciendo en la Provincia de Misiones en Argentina, donde Esteban vive desde 1982. Otro apasionado del tambor, comenzó estudios musicales en Buenos Aires y se relocalizó en Filadelfia en el año 2009, donde acumuló una gran experiencia como percusionista y educador, siempre preocupado por el desarrollo de la música afrocubana, caribeña y latina, formando grupos como el colectivo Timbalona. Christian ha logrado un desarrollo continuo en la rumba y el tambor batá, pero reconociendo que existe un gran reto para lograr el relevo generacional que hace falta para que estas tradiciones perduren en los Estados Unidos, sobre todo en la costa este, donde a pesar de fuerte tradición que existe en Nueva York, luego de la generación de los mayores y la suya, parecería haber un vacío peligroso que requiere atención inmediata. Pero no se trata únicamente de la música y de los músicos, sino también de los tambores que son la base de esta tradición.
Por eso en 2021, cuando El Tongo estaba a punto de poner en pausa su práctica artesanal, surgió este junte que mezclaba el conocimiento ancestral con la pasión, la consistencia con la capacidad emprendedora y el producto con el marketing, casi todos los ingredientes que necesita un emprendimiento cultural. De ahí sale Acheré, cuyo nombre viene de un instrumento de percusión afrocubano que consiste en un pequeño sonajero, muy parecido a una maraca, asociado con la deidad de Changó. El junte rápido reactivó la disponibilidad de tambores batá en la región, fabricados en cedro argentino y con el tradicional sistema de afinación de soga. De ahí también surgió la primera línea de tumbadoras de rumba, fabricadas en roble rojo.
Mientras estuvimos en el taller, conversamos durante varias horas de todo un poco. De la artesanía, de los grandes artesanos puertorriqueños, de la rumba, de nuestros trasfondos musicales y sobre los tambores que nos han acompañado a través de los años. De los retos de echar hacia adelante una nueva marca, de la importancia de hacerlo… También fuimos probando tambores. Tumbadoras de la nueva línea “Popular/Latin Jazz” hechas en fresno, caoba, arce y otras maderas nativas del este de Estados Unidos. Un quinto pintado de verde con una resonancia y bajos increíbles para ser de 11”, y otro de caoba, también de la serie “Popular” pero con cuatro farcas, el color natural de la madera y una anilla tradicional. Es interesante ver que Acheré tiene su propio estilo de herrajes que la diferencia de todas las demás marcas. Lo tienen en sus bases pentagonales, muy poco vistas y en la simetría de las Vs de la corona.
Hay muchas horas de trabajo y sudor en cada tambor. Cada uno de ellos tiene la esencia de ese instrumento hecho a mano. Y entonces son los propios artesanos los que validan cada pieza con su conocimiento y experiencia en la ejecución. Y como si estuviese planificado, cuando ya era momento de ir cerrando la visita para continuar con la jornada del viaje, apareció un hombre negro y alto que hablaba un inglés perfecto, pero que de repente agarró unas claves, nos fue señalando para que cada uno tomara un tambor, mientras él marcaba un guaguancó. Pero entonces cantó en español y no me quedó clara su procedencia. Afortunadamente tuvimos la oportunidad de compartir en el carro mientras Christian nos hacía el favor de dejarnos en nuestros respectivos destinos. Ya a esa hora Esteban tenía que atender a un estudiante de percusión allí mismo en el taller.
Se trataba de Kenneth “Skip” Burney, mejor conocido como “Brinquito”, un rumbero nacido y criado en Brooklyn, que recuerda con mucha estima a Cortijo y su Combo, a principios de la década de 1960, como una banda con un sonido muy original y boricua. También aprovechó para mencionar a “Cachete” Maldonado, a Giovanni Hidalgo y al sector de Piñones en Loíza tan pronto mencioné que venía de Puerto Rico. Skip lleva décadas de estudio de la música afrocubana, desde la rumba y los tambores batá hasta el canto. Es discípulo de Orlando “Puntilla” Ríos, aunque también estudió con Tito Puente, Mongo Santamaría y Lázaro Galarraga. Además, se ha presentado o grabado con nada más y nada menos que grandes maestros del jazz como Miles Davis, McCoy Tyner, Bill Summers, Quincy Jones, Charlie Palmieri, Chaca Khan y Herbie Hancock, entre muchos otros. ¡Una verdadera leyenda! Ha grabado 6 discos en los últimos años que muestran su dominio total del tambor y el canto tradicional.
La visita a Acheré confirma que la aseveración de “nuestros tambores” tiene que ser flexible a nuestras múltiples formas de sentir la identidad local, nacional o regional. Somos boricuas, somos caribeños y somos latinos. En cada uno de esos niveles compartimos con una comunidad cada vez más extensa. Defendemos el pandero y el barril a nivel local, pero también la herencia afrocubana y caribeña que tanto ha representado para nuestras comunidades en Puerto Rico en la diáspora. Salsa, Plena, Bomba, Rumba, como ha pregonado nuestro amigo en común, Totín Agosto “Arará”, a través de sus camisetas.
El trabajo de estos colegas músicos, uno uruguayo y el otro argentino, demuestra que la batalla por la preservación de nuestras manifestaciones culturales tiene una extensa comunidad a través de toda América. Y una vez más, son las diásporas en los Estados Unidos quienes asumen un liderazgo admirable que tenemos que reconocer, admirar y apoyar. Acheré Percussion es una celebración de ese legado de lucha, perseverancia, compromiso e innovación. Larga vida para Esteban, para Christian y para Acheré.