La artesanía es una práctica con dinámicas multidisciplinarias que incluyen procesos culturales, técnicos y económicos. Su práctica viene modelada por la realidad social de un país y su búsqueda de combinar lo estético y lo funcional. En Puerto Rico, la música es una de las corrientes culturales más importantes que interviene en el día a día de las personas. Por lo tanto, el desarrollo de lo musical anticipa las tendencias en la fabricación de tambores.

Este proyecto de investigación surge a partir de la revisión de un ensayo sobre ciudades musicales sobre el caso de Puerto Rico (como país más allá de ciudad) en el libro Music Cities: Evaluating a Global Cultural Policy Concept, publicado por la editorial Palgrave en 2020. En ese capítulo, se presentó un posible modelo para entender cómo las ciudades, orgánicamente, se consolidaban como clústers de la música. Para ello, se propusieron varios componentes estratégicos que incluyen festivales, escenas de música en vivo, actividades empresariales en distintas etapas de la industria y material educativo, entre otros. Como parte de esas actividades de apoyo, se incluyó la importancia de la fabricación de instrumentos, sobre todo como elemento para amplificar el potencial de nuestros géneros tradicionales, principalmente los de raíz afro puertorriqueña.

Portada del libro Music Cities: Evaluation a Global Cultural Policy Concept

Incluir la artesanía de percusión tenía una lógica muy estratégica inspirada en otros modelos exitosos. Por ejemplo, una vez el Flamenco adoptó el cajón peruano a partir de los años 80, la masificación de este género en la música popular a nivel global vino apoyada por la disponibilidad del instrumento. De ser una producción completamente artesanal, la expansión del género y todas sus variantes vino acompañada de la expansión en la línea de productos y de la adopción de modelos por parte de compañías grandes que por lo general permiten mayor accesibilidad al tener alternativas con precios económicos que sirvan al músico principiante. Lo mismo ocurrió con la proliferación de las batucadas en Puerto Rico. Hubiese sido imposible su adopción si no llega a ser por la relativa facilidad para conseguir sus instrumentos.

Ambos casos de estudio plantean unas dinámicas de producción que navegan entre lo artesanal y lo industrial, reconocimiento los retos que representa para la sostenibilidad de la fabricación local. En este ensayo se propone destacar algunas de las dinámicas que históricamente han afectado el desarrollo de la artesanía de tambores y se plantea la necesidad de mirar el contexto actual como una oportunidad de ampliar el impacto económico y cultural de esta práctica.

Previo a la década de 1970, la oferta de instrumentos de percusión en las músicas populares y folclóricas afrocaribeñas era suplida principalmente por artesanos. En el caso de la música popular de influencia afrocubana, ya en los años 50 se había implementado la principal innovación de las próximas décadas: un sistema de afinación de metales que sustituiría al cuero clavado sobre la madera y que dependía de adjudicarle calor con una vela. Con el amplio éxito que estaba teniendo la música latina en los Estados Unidos, comenzó a aumentar la importación de instrumentos y el surgimiento de empresas en la costa oeste de los Estados Unidos como GonBops y Valje. Ya en el año 1957, Frank Mesa comenzó la fabricación de tumbadoras de fibra de vidrio bajo la marca Ecotone desde Yonkers, Nueva York. El triunfo de la revolución cubana en 1959 y las sanciones que le acompañaron unos años después detuvieron el flujo instrumentos de Cuba hacia los Estados Unidos, creando una demanda que comenzó a ser suplida por artesanos locales.

En Puerto Rico, artesanos como Ismael “Timbas” Ramos aprovecharon esta oportunidad, fabricando un instrumento atemperado a las necesidades de la demanda. En un contexto donde la percusión no acostumbraba a tener amplificación, un tambor de caoba o cedro con barril ancho (que parece muy influenciado por el tambor de bomba) parecía garantizar a los músicos la proyección que necesitaban.

Tambores fabricados por Ismael «Timbas» Ramos

Sin embargo, ya a mediados de los años 60 el judío Martin Cohen comenzaba a descifrar una manufactura artesanal que fuera mucho más competitiva que el trabajo manual. Los acuerdos con los suplidores y la relación con los músicos de la escena neoyorquina fueron la combinación perfecta para su éxito. De igual forma, la fabricación de tumbadoras de fibra de vidrio resolvería el reto del impacto del clima y la transportación en el tambor de madera. Sin embargo, aun durante la década de 1970 ambos métodos lograron convivir, considerando que el mercado siempre mantuvo demanda por el trabajo de alta calidad de artesanos en la ciudad de Nueva York como Junior Tirado y Jay Bereck, entre otros. En Puerto Rico, otros artesanos como Sixto Carmona, Cristóbal Colón y Pipo García, se encargaban de proveer un instrumento de sólido y sonoro para un segmento particular del mercado.

El punto culminante que trastocó la fabricación artesanal fue a principios de los años 1980, cuando ante la entrada al mercado de nuevos competidores, Martin Cohen decide mover su producción a Asia, logrando economías de escala que permitirían precios más competitivos. En ese momento, el tambor artesanal pasó a ser mucho más un objeto de colección que funcional. En el caso de Puerto Rico, aunque va desapareciendo el artesano de tumbadoras, bongó y otros instrumentos de la música popular, algunos mantienen su producción de barriles y panderos que no estaban ante la amenaza de la producción en masa.

En el caso de Puerto Rico, fue la empresaria Carmen Alejandro Juan a través de su empresa Quality Musical Distributors, Inc. quien entró en la competencia a través de su marca CoquiSound. Carmen trabajó de cerca con Alberto du Hond, músico y empresario holandés que al igual que Carmen fueron distribuidores de Latin Percussion (LP) en sus respectivos países. Ambos lograron una operación muy similar de fabricación en Asia y ensamblaje local que permitiría cierta cuota de mercado ante el control de LP. En el caso de du Hond, haría lo propio en Holanda con su marca Supercussion.

Carmen Alejandro - CoquiSound
Carmen Alejandro Juan, fundadora de CoquiSound

Algo similar ocurrió en los años 90 que alteró la fabricación local de instrumentos de la música tradicional. En una estrategia de integración vertical, similar a la que realizó CoquiSound unos años atrás, las empresas importadoras de instrumentos recurrieron a la misma estrategia de crear marcas privadas a través de la manufactura en países como Tailandia y China. En ese momento, Villa Music creó su marca Latin Fire, Tropical Music lanzó Mano Percussion (2001) y Distribuidora Aponte creó su marca DP Percussion (1999). Para muchos artesanos, la entrada de instrumentos de bajo costo y calidad afectaría su posicionamiento y sostenibilidad económica.

A pesar de este cambio disruptivo, la historia de algunos artesanos como Rafael Trinidad demuestran la importancia de la creatividad como resistencia. Trinidad cuenta cómo le tocó adaptarse para sobrevivir, supliendo materiales y cueros de repuesto al anticipar que la pobre calidad del instrumento crearía una demanda. Sin embargo, el segmento de instrumentos de bajo costo no eliminó el mercado del pandero artesanal. Por el contrario, sirvió para crear un nuevo segmento de principiantes que según su evolución como músicos recurrirían a los artesanos profesionales. En los casos de los músicos aficionados, el instrumento de fabricación en masa serviría como estrategia de formación de públicos para la plena, algo que mostraría un crecimiento exponencial luego del movimiento de los plenazos callejeros.

El nuevo milenio trajo nuevas maneras de difusión de las manifestaciones musicales tradicionales como la plena y la bomba. Las redes sociales, por ejemplo, permitieron un mejor alcance de las estrategias de comunicación que fueron fortaleciendo las comunidades de músicas tanto en la plena como en la bomba. Las agrupaciones musicales de mayor reconocimiento en el ambiente popular como Plenéalo y Plena Libre se unieron a grupo experimentales como Viento de Agua, Los Pleneros del Severo, Tambuyé y muchos otros crear nuevos públicos. También se lograron fusiones con el jazz, la música clásica el pop y la música urbana.

Con este auge de los géneros tradicionales surgieron nuevos artesanos comprometidos con el diseño, calidad y accesibilidad de los instrumentos entre los que se podría mencionar a Jorge Martínez (Panderos JN), Dennis García (Kykynto), Carlos “Xiorro” Padilla, Emmanuel Martínez y muchos otros. También las plataformas digitales permitieron visibilizar un ecosistema de artesanía de tambores complementaria entre estos jóvenes y los veteranos activos como Papo del Valle, Charlie Vega, Juan Fuentes, Iván Dávila, Rafael Trinidad, Elo Molina y otros.

El Maestro artesano Iván Dávila

Con este contexto, ¿cuál es la perspectiva a futuro de la artesanía de tambores? Es importante reconocer un cambio trascendental en la conducta del consumidor a través de la visibilización de los efectos ambientales irreversibles del modelo industrial. También el reto ante las pésimas condiciones laborales de muchos países en desarrollo que incluyen el trabajo infantil. Ante esta realidad, se perfila un consumidor mucho más consciente, que prefiere consumir local para conocer toda la cadena de producción y con una mayor disposición a pagar si el producto se desarrolla en las condiciones de sostenibilidad que promueve.

Eso supone un regreso a lo artesanal que impacta a casi todas las actividades del diseño. Por lo tanto, los cambios en la conducta del consumidor, sumado a la visibilidad de los géneros como la plena y la bomba pueden provocar las condiciones de una industria local de tambores. Para lograr esto, quizá sea necesario considerar estos factores.

  1. Formación empresarial para la comunidad artesanal – Es importante que cada artesano identifique su estrategia de crecimiento y sostenibilidad. En algunos casos, el trabajo individual permanecerá como práctica, aunque en otros casos se puede ampliar la producción con ayudantes y aprendices. De igual forma, cada artesano debe determinar sus líneas de producto, estrategias de precio y tácticas promocionales. Sobre todo, las nuevas generaciones ya pueden desarrollarse con estas destrezas.
  2. Modelos cooperativos de materias primas – Si se buscan estrategias de crecimiento quizá sea necesaria buscar alianzas estratégicas que garanticen la disponibilidad de materias primas, incluyendo madera, metales y cuero. Si bien los modelos de compra colectiva buscan mejoras en precio mediante economías de escala, también es importante para apoyar a los suplidores con garantías de volumen de compra para que puedan planificar y tener el producto disponible. Las alianzas estratégicas y formas de colaboración no solo pueden darse en la etapa de producción sino también en la distribución y mercadeo.
  3. Estrategias de mercadeo y marca como elemento de diferenciación – Los artesanos siempre tienen el reto de mantener sus secretos de negocios. Muchas veces esto supone maquinarias, técnicas, uso del material y diseño. La preocupación ante la copia evita que muchos artesanos aspiren a crecer. Sin embargo, reconociendo que la fabricación de tambores es un legado ancestral, la verdadera herramienta de diferenciación del artesano está en su identidad de marca y diseño. Si bien la copia es inevitable, la difusión sobre un estilo y diseño, principalmente en el uso de la madera y metales, puede mantener una ventaja competitiva que ofrece ser el pionero en un tipo de fabricación.
  4. La marca nacional – Mas allá del esfuerzo individual para que cada artesano identifique formas de promoción para su trabajo, es necesario pensar en estrategias de marca colectiva para promover la artesanía nacional de tambores. Esto incluye visibilizar a los artesanos, asegurar los canales adecuados de comercialización y construir una narrativa común a partir del legado de los pioneros y la innovación de los más jóvenes. Por supuesto, el talento musical que cierre el círculo virtuoso de la fabricación de tambores con su ejecución es una parte fundamental de la estrategia.

Es posible que ningún otro contexto histórico, económico y social haya sido tan favorable como el presente para promover una industria nacional de artesanía de percusión. Puerto Rico mantiene la herencia cultural de los maestros artesanos, algunos de ellos todavía activos, la innovación de los jóvenes, una comunidad de percusionistas con reconocimiento internacional, unos géneros tradicionales aumentando su presencia y una necesidad de crear nueva actividad económica de impacto y sostenibilidad.

Por: Javier J. Hernández Acosta, decano de la Escuela de Artes, Diseño e Industrias Creativas y fundador del Centro de Economía Creativa, Inc.