Frankie Marrero fue músico desde temprana edad, pero el amor por su familia y la educación lo llevó por un camino distinto cuando decidió cambiar los escenarios por el salón de clase. Nacido un 6 de junio de 1964 en Manhattan, Nueva York, Marrero se dedica hoy en día a la artesanía mientras continúa enseñando, aunque a tiempo parcial, a los futuros artistas puertorriqueños.

Marrero comenzó en la música luego de que fallara en conseguir una batería como regalo en su juventud y sus padres le dieran un cuatro puertorriqueño. Fue a través de ese cuatro puertorriqueño que el artista descubrió su pasión por la música puertorriqueña, amor que pasaría a todos sus estudiantes durante cerca de 30 años de servicio en la docencia.

“Me pusieron en música porque yo era bastante hyper y eso me controló”, contó el músico rememorando sus comienzos. En su carrera como artista empezó tocando como asistente en la banda la Guardia Colonial de San Juan y poco tiempo después se casó y tuvo a su hija, quien actualmente toca con la Dutch Opera de Berlín.

“Esa chica fue la que me hizo meterme a la educación”, contaba Marrero orgulloso.

Tras el nacimiento de su hija, decidió dejar atrás la vida del espectáculo para dedicarse a ser padre, pero la música nunca lo abandonó, y optó entonces por poner sus dotes artísticos al servicio de las futuras generaciones de músicos en la isla. Fue así como comenzó en 1989 su trabajo como maestro de música en el Departamento de Educación de Puerto Rico. Su misión como maestro era sencilla: “que los niños supieran lo que es la danza, la bomba y la plena de Puerto Rico”.

Mientras enseñaba su clase, Marrero creaba agrupaciones de música autóctona con sus estudiantes, pero dependía grandemente de instrumentos donados para poder dar su clase. No obstante, mientras más tocaban más se dañaban y el costo de reparación era uno que no iba a ser acogido por la institución educativa.

“Empiezo yo poquito a poco a improvisar y a tratar de arreglarlos [los instrumentos]”, narró el artesano. Fue a través de la restauración que comenzó a aprender de la artesanía de instrumentos musicales. Al principio, Marrero pidió ayuda de ebanistas y amigos de su barrio, pero muchas de las técnicas las aprendió por cuenta propia y experimentando. 

“Yo inventaba. En ese momento no buscábamos calidad de sonido sino que el niño pudiera tocar”, revelando además que fueron muchos los instrumentos que rompió por completo mientras perfeccionaba su técnica.

Para el año 2002 confeccionó su primer instrumento musical, unas maracas de higuera que había conseguido de sus vecinos y rellenas con cuentas de collares y unas claves creadas con un palo de escoba desechado por la escuela donde trabajaba.

En el año 2006, elevó su conocimiento gracias a un taller que recibió por parte de la Compañía de Fomento Industrial, ente con el cual se certificó como artesano unos tres años después. Luego de ese taller, Marrero extendió su repertorio de instrumentos para incluir panderos y barriles de bomba.

Para sus trabajos en madera, Marrero utiliza mucho “el cedro y me gusta también el roble, el capá prieto y ese tipo de madera, dependiendo de lo que vaya a hacer”, aunque asegura que son sus favoritas porque son las que más le piden sus clientes.

De sus cursos Marrero ha graduado a grandes músicos puertorriqueños que luego han pasado a tomar clases en el Conservatorio de Música, su alma mater, a tocar en grandes orquestas y hasta formar parte del equipo de grandes artistas puertorriqueños.

Marrero se retiró de maestro hace unos tres años, aunque continúa enseñándole a los jóvenes de Puerto Rico sobre música de la mano de los Hermanos Cepeda en la Escuela de Bellas Artes de Bayamón, donde educa sobre la plena puertorriqueña en las tardes “y sigo creando instrumentos para mis estudiantes”.Puede ver algunas de sus obras a través de su página de Instagram.

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Por Richard Colón Badillo