Aunque los cajones son instrumentos de origen peruano, esto no le quitó el entusiasmo a un aguadillano de darle un toque mágico a la madera y hacerlo completamente boricua. La historia de Sergio Yamil, de SMaderas, comenzó con un accidentado suceso cuando su maestro en carpintería le presentó aquel instrumento.
A Sergio le fascinaba el sonido que hacían las latas de café de la cocina de su madre y fue por esto que su primer instrumento fue un bongó. Pero las circunstancias de la vida lo obligaron a vender ese bongó a William Pérez Cruz, dueño de un taller de carpintería y percusionista. El día que fue a entregar el instrumento el joven quedó tan maravillado con el taller que el dueño le ofreció la oportunidad de trabajar, siempre y cuando se aprendiera las reglas. Fue así como tuvo su primer encuentro con el trabajo de la madera. Su primer trabajo en ese taller, por un año entero, fue lijando madera.
Fue también a través de Pérez Cruz y sus amigos percusionistas que Sergio aprendió sobre el cajón peruano. Al principio no le agradó tanto el instrumento “me gustaba pero no sentía el ‘feeling’ todavía porque había que darle bien duro, y como que no pegaba con la música que estaba pasando aquí”. Pero un nuevo encuentro impulsado por el profesor Freddie Santiago de la Universidad Interamericana en San Germán, esta vez con una versión hecha en Alemania, le cambió su opinión completamente.
“Él le metió la mano al cajón que cuando eso sonó yo dejé mi tarea y me fui frente al cajón a ver cómo sonaba”, contó Sergio. Fue ese encuentro lo que lo motivó a querer hacer cajones. Unos dos años después le pidió a su maestro que le enseñara a hacer cajones y así fue como comenzó su incursión en la creación del instrumento.
SMaderas empezó poco después con un tallercito “en la marquesina de mi casa”, como narró Yamil, quien comenzó creando instrumentos musicales en vez de gabinetes. De acuerdo a Sergio, al principio sus instrumentos no tocaban, pero tuvo la oportunidad de llevar sus instrumentos entre sus panas para hacerlos sonar bien. El truco estaba en la tapa del cajón y cuando Sergio por fin perfeccionó su técnica y se la llevó a su amigo Obed Sepúlveda (percusionista de Wisin y Yandel y otros) y a Antonio Alonso (baterista de Kany García), le confirmaron que por fin había dado al clavo con el sonido perfecto del cajón.
Tras su éxito con el cajón decidió ponerle un toque especial para aquellos clientes que se querían identificar en las tarimas a través de sus instrumentos. Así fue como comenzó el proceso de personalizar los cajones que trabajaba. Al principio se trataba de alteraciones al sonido del instrumento para que sonara mejor para un género específico, no obstante, sus obras fueron evolucionando y les comenzó a añadir artes y diseños, “y han dao’ palo”. De hecho sus cajones se han convertido en artes promocionales para los artistas que les piden los cajones.
Sergio trabaja dos tipos de cajones, el de madera nativa, y la serie a la que llama “El Pop, que es el cajón que se puede tocar de todo”. Para la serie nativa, Sergio se dedica a escoger un tipo de madera para que no tenga tonos oscuros, pero son mayormente pedidos especiales. Mientras que en el cajón “pop” se escogen “unas medidas específicas de grosor de madera para que eso no me falle”, tras esto, el artesano se dedica a escuchar cada pieza para asegurarse que todos suenen bien, controla la pintura que se le implementa, entre otros elementos.
“Cada clavito cuenta”, aseguró Yamil.
Sin embargo, en tiempos recientes, la pandemia complicó el trabajo de Yamil, que con el encierro vio sus ventas decaer debido a la paralización de los eventos y actividades musicales. Esto, sumado con los terremotos y otros eventos catastróficos recientes de la historia de Puerto Rico, obligó a Sergio a unirse junto a su padre y hermano para pescar en las costas de su pueblo de Aguadilla y sustentar a sus familias. Por suerte la pesca le suplió lo necesario y cuando por fin comenzaron a aliviar los efectos de la pandemia, regresó a sus creaciones con el mismo ímpetu que cuando comenzó, retomando las piezas y las ventas.
Para Sergio, sus creaciones son forzosas pero le apasionan y entrega todo su ser en cada cajón que vende, a veces trabajando hasta altas horas de la noche con tal de suplir una venta. De hecho, se igualó a los “duendes”, creando instrumentos para cumplir con las ilusiones navideñas de los músicos de la isla en esta temporada.
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Por Richard Colón Badillo