Anthony Carrillo: El virtuoso del bongó

Un elemento importante del virtuosismo musical radica en la capacidad de hacer “más con menos”. Nos resulta impresionante ver cómo el ser humano es capaz de utilizar su creatividad, técnica y disciplina para mostrarnos cómo extraer ritmos y melodías donde el ciudadano común apenas puede imaginarlo. El año pasado se publicó un video de Anthony Carrillo junto a Christian Nieves tocando El Cumbanchero en El Balcón del Zumbador. Esa interpretación resume mucho de lo que ha logrado Anthony, un virtuoso que a pesar de dominar los principales instrumentos de la percusión afrocaribeña decidió elevar el nivel en uno de los más retantes: el bongó.

Este instrumento ha sido central en la música popular por su rol en el son cubano y en la música jíbara puertorriqueña. Sin embargo, a través de su trabajo durante casi 50 años, Anthony ha permitido visibilizar todas las posibilidades del instrumento. Y aunque hablar de cinco décadas parezca mucho para una persona de 55 años, la realidad es que su vínculo con el bongó empieza a los 5 años con la influencia de su padre, Don Román Carrillo Suárez. El propio Anthony recuerda muy bien esa noche en que a través de los amigos de su padre validó su talento. “Fue noche en donde él tenía reunión con sus muchachos del sexteto. Ellos se daban un palo de ron de una botella de Don Q (el rojo) y él me puso el bongo entre las piernas… él estaba escuchando un disco de pasta. En aquel tiempo existían tres revoluciones, 33, 78 y 45. Él estaba escuchando un 78 y yo no podía cargar el instrumento porque tengo cinco años… pero él no sabía que ya yo tocaba. Se me quedaba mirando y yo recuerdo que el bolero hacía tiki, tiki, tiki…  y él dijo: ‘pon eso de nuevo, hazlo de nuevo’, mira… y llamó enseguida a uno de los muchachos del grupo y le dijo ‘el hijo mío toca’. Anthony recuerde el escepticismo de los amigos de su padre por tener tan corta edad.

Esa noche siguieron llamando a otros amigos para contarle la sorpresa y aquello terminó en una gran celebración. ‘Espérate, espérate, vamos a darnos un palo’. Entonces ahora él tiene el teléfono. ‘El hijo del compañero Román toca’. ‘¿Cuál de ellos?’ ‘¿Pero si ese muchacho no habla?’ Eso siguió pasando y siguió pasando. Yo no sé cuántas veces yo toqué aquel bolero. Entonces, eso fue bien impresionante. Recuerdo que pasaron toda esa noche y terminaron todos borrachos diciendo ‘el hijo de Román toca’.

Anthony nació en la calle 117 con Lexington, un barrio con muchas complejidades en términos de violencia y drogas. Fue por esto que su padre decidió regresar a Puerto Rico en 1972. “Recuerdo que cuando abro los ojos el segundo día estaba la música de Willie Colón y Héctor Lavoe. Yo abriendo los ojos y el olor de la tierra. Es una escena que no voy a olvidar nunca en mi vida”. Ya en Puerto Rico su papá se mantenía tocando y estaba conectado con músicos como David “La Mole” Ortiz, quien más adelante sería un gran maestro y colaborador de Anthony. A mediados de esa década de 1970, Anthony y su hermano comienzan a colaborar con el Ballet Folclórico Areyto.

A través de esa experiencia comienza a ampliar su conocimiento en la música jíbara y en lo afropuertorriqueño, directamente de la mano de Don Rafael Cepeda. Allí comenzó poco a poco desde la maraca, etapa que le tomó varios meses. “Cuando ya estaba yo sonando, afincando con los muchachos, Mario Cepeda, me dice: ahora coge los palitos, que pa’ aquel tiempo lo estaba tocando Lionel Villahermosa, que era el tocador de cuás, que grabó el disco El Roble Mayor… Entonces, de ahí de los cuás, que pa’ aquel tiempo se tocaba de una rodilla en el piso al lado de uno de los buleadores, pasó al primer buleador”.

Sobre sus instrumentos, Anthony recuerda un bongó de Timbas Ismael que utilizó durante varios años. “Para el 1979, pasó por la Casa Isern en Río Piedras y veo un bongo Ismael. Yo paso por la vitrina y veo ese bongo, que en 1978-79, costaba $175, y yo hacía todos aquellos shows de Areyto… y compro el bongo. Fue el primero con el que grabé. Grabé con ese bongo con Andrés Jiménez. Grabé el disco Homenaje a Chuíto el de Bayamón junto a Modesto Nieves y el Taller Campesino”. Luego de esa experiencia y el aumento en su reconocimiento, Anthony firmó endosos con empresas como LP, Pearl, Suppercussion (Holanda), Meinl (Alemania) y actualmente forma parte de la familia de Moperc en Canadá.

A esa experiencia en el folclor se sumó el grupo Batacumbele en 1981 gracias a una recomendación de Giovanni Hidalgo. Ahí Anthony entra, justo luego de finalizar la grabación del primer álbum titulado Con un poco de Songo. Y de igual forma, comienza a trabajar con Andrés Jiménez, lo que lo ubica en una intersección entre la música típica, la bomba y la plena, la música afrocubana y el jazz. Sin embargo, ese ambiente fue perdiendo fuerza a principios de los años 80 con la llegada del merengue, y en 1985, Anthony decide regresar a la ciudad de Nueva York, donde lo esperaba la orquesta de Eddie Palmieri, donde también entró por recomendación de Giovanni Hidalgo.

Luego de cuatro años, incluyendo múltiples giras con Eddie Palmieri y algunas grabaciones como el disco La Verdad y Solito, partió hacia San Francisco en el año 1989. Su estancia en la costa oeste le permitió vincularse como músicos como Raul Rekow, Jesús Díaz, Karl Perazzo, John Santos, Rebeca Mauleón, Orestes Vilató y muchos otros. Allí participó en varias grabaciones con el Machete Ensemble y se mantuvo muy activo en la escena de música en vivo. Sin embargo, en 1992 decide regresar a Puerto Rico.

“En 1992 regreso a Puerto Rico. Comienzo de nuevo con los Majaderos de Cachete, comienzo a grabar otra vez con nueva gente, en esta ocasión estoy ahora grabando con Zoraida Santiago, Tato Santiago (su hermano pianista) y Antonio Cabán Vale “El Topo”. Había hecho trabajos con él y posteriormente con Adeán (su hijo) y Cándido Reyes en el estudio de Pedro Guzmán «el cuatro rumbero», cuando él vivía en Aguas Buenas y tenía su estudio de grabación. Ahí hicimos muchas producciones, una de las que más recuerdo y que llevo en la memoria fue cuando grabamos un tema de Los Beatles con el «cuatro rumbero», Pedro Guzmán”.

Ya para 1996 logra grabar su primera producción, Mis Raíces, en un momento en que la escena de la rumba había cogido mucho auge. Esa escena continuó por varios años y en el 2005, el empresario y productor José “Johssy” Colón le propone hacer un proyecto que destaque la esencia de los tambores de la que Anthony siempre ha sido parte. Es así cuando Carrillo conceptualiza y dirige el proyecto Guapería Rumbera, una compilación de dos discos con grandes percusionistas y una fusión de estilos que incluía algunas canciones con elementos de los géneros urbanos.

Luego de esa fecha Anthony regresa a la ciudad de Nueva York donde sigue radicado y continúa trabajando en múltiples escenas de la música y el teatro, incluyendo su proyecto Yambawa, que crea contenido y producción musical innovadora. Como consejo para los percusionistas, Anthony recalca el tema de practicar lento y con mucha concentración. “Para alcanzar el máximo del nivel de tu ejecución tienes que estar tranquilo. Es como practicar tablas. Si no estás en un ambiente de silencio y calmado por dentro, la mente tranquila. O sea, tratar de dejar los problemas en lo que atiendes. Todos tenemos problemas, pero eso no puede ser un obstáculo en el momento de practicar. Para empezar tienes que estar bien calmado. Si puedes, tener algún tipo de lectura taoísta o budista, en combinación con lo que es la línea de pensamiento de un percusionista, que es agresiva. Entonces hay un balance en todo. Si vives todo el tiempo en ese tipo de rush, interrumpe el crecimiento, porque tienes que tener un momento con algo de meditación, relax, donde el corazón está palpitando normal, nada de rush. Entonces puedes practicar. Ya estamos hablando de la cuestión interna. Ese es el primer consejo, buscar ese centro, esa tranquilidad, para poder comenzar unos ejercicios de práctica que te cogen toda la vida.”

Por Javier J. Hernández Acosta

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