Francis Figueroa: La timba boricua no lleva brillo

A pocos minutos de llegar al Caño San Cristóbal en Barranquitas se encuentra otra muestra de la riqueza de nuestro patrimonio: la colección y taller del restaurador y músico Francis Figueroa. Luego de décadas estudiando cada detalle de la fabricación de nuestros instrumentos de percusión, Francis se ha convertido en un defensor de esa vertiente del patrimonio artesanal. Su afición por el tambor comenzó a muy temprana edad cuando descubrió la particularidad de los instrumentos de percusión a través de los ensayos de sus amigos músicos. Sin embargo, fueron unas tumbadoras en la casa de Doña Paula, la persona que lo crio desde pequeño, lo que más le llamó la atención.

El interés continuó creciendo hasta que logró ver el sello que tenían las tumbadoras con el nombre de la marca: Timbas Ismael. Además, como era la costumbre en aquellos sellos, también tenía la dirección de la tienda ubicada en Sierra Bayamón. En aquel tiempo Francis repartía periódicos en esa misma ciudad, lugar donde creció a pesar de haber nacido en el Bronx, Nueva York. Fue entonces que en una de esas rutas se desvió para llegar hasta el 2-39 de la calle 35, un negocio de esquina pintado en azul con cristales que permitían ver los trabajos de Ismael Ramos Martínez desde afuera.

Las visitas de Francis al taller de Ismael se hicieron más frecuentes. Recuerda un día que le llevó un tambor que había intentado reparar y a los pocos minutos de Ismael observarlo le comentó: “esto está hecho a lo culo ‘e res”, refiriéndose a la poca calidad del trabajo. Sin embargo, esa crítica venía acompañada de consejos que luego influyeron en el trabajo de restauración de Francis. Pero ese momento también sirvió para continuar la comunicación con Ismael y ser testigo de su talento e innovación, algo que Francis se ha encargado de divulgar con mucha consistencia.

Francis también recuerda todo el procesamiento de los cueros que en aquella época no venían de Venezuela, sino que se procesaban en el taller de Ismael, desde que se secaban y se les quitaba el pelo hasta que se montaban en las tumbadoras. Para Francis, Ismael era una persona bien intensa: “Ea rayos, él era un tipo bien intenso, tú sabes, en todo el sentido de la palabra. Él era, tú sabes, agresivo, pero buena gente. Pero muchacho, una persona que cuando tú lo conoces, se te queda. El espíritu se te queda. Y eso fue lo que me conmovió y me intrigo. Y entonces empecé a aprender sobre el tambor”.

Para ilustrarlo, Francis relata una historia sobre cuando le consultó a Ismael sobre Mongo Santamaría. “Me enseña unos álbumes de fotos de artistas que él le había hecho instrumentos y le pregunté yo por Mongo Santamaría, porque Mongo era el titán, tú sabes, para esa época. Y entonces, oiga, y Mongo Santamaría, ¿qué usted cree? Y él me dice, Mongo, Mongo me trajo aquí unas porquerías y yo le dije: llévate dos timbas de las mías y esas porquerías que tú traes, ¿para qué yo te voy a arreglar eso?”

La artesanía de tambores en Puerto Rico también ha tenido que navegar las transformaciones de la industria y las prácticas de crecimiento que hacen que “los grandes se coman a los pequeños”. Pero se nota el orgullo en Francis por la batalla que dieron los boricuas como Ismael en Bayamón y Cali en Nueva York. Relata que hubo comunicación entre ambos para evitar ser adquiridos por la marca más importante de la época. Como ejemplo de esa experiencia, existe la historia de la empresa Valje del mexicano Ralph Flores que fue adquirida por Latin Percussion, quien la retiró del mercado luego de lanzar el modelo de tumbadoras y bongó por un corto tiempo. “Ellos tuvieron que hacer una guerra para sobrevivir… porque eso me lo dijo Cali. Cali se montó un avión y vino para acá y habló con Ismael. Y no vendieron, Ismael dijo, a mí me va a tener que matar, pero yo no le voy a vender. Y Cali dijo: yo tampoco. Entonces se pusieron de acuerdo y ellos dos no vendieron”.

Además del trabajo de Ismael y Cali, también Francis ha analizado el trabajo de Cristóbal Colón y de Sixto Carmona. Sobre Cristóbal destaca el reto de su técnica de soldar las bases sobre una misma anilla incrustada en la madera: “Cuando tú le metes hierro y al hierro le metes candela y hay madera, al tiempo se te va a pudrir si tú no le metes un sellador o algo. Y entonces, pues, las timbas así se ven chéveres, pero que tenían ese defecto”. En el caso de Sixto, aunque no lo conoció personalmente, destaca que utilizaba “stainless steel” en un momento en que poca gente lo usaba, probablemente por lo costoso y lo que esto representa para los músicos que son los consumidores de estos instrumentos.

Detrás del conocimiento que fue adquiriendo Francis como músico y persona que valora el patrimonio artesanal de la fabricación de tambores se fue desarrollando una práctica de restauración de instrumentos para el cual tiene un proceso muy particular. “Ok, cuando yo recibo un instrumento, trato de observarlo y darle tiempo, como que me conozca y yo lo conozco. Como si fuera una persona. Entonces, trato de no alterar su cara, su vida, su realidad. O sea, trato de mantener esa integridad que tiene el instrumento”.

Su trabajo de restauración, además de mantener la funcionalidad del instrumento ha permitido revalorización la artesanía de percusión en Puerto Rico. Cuando se restaura una pieza que quizá tenga cincuenta años de fabricada y se hace comparable con la fabricación moderna, ya sea artesanal o industrial, se demuestra la maestría de los pioneros de la artesanía de tambores en Puerto Rico. Sobre todo, cuando ese trabajo mantiene la esencia del tambor original, algo que describe muy bien el propio Francis: “No lo trato de poner más brilloso. Trato de mantener su realidad, pero a la vez que tenga un sonido, que para eso es que existe, ¿ves? Que tenga un sonido y una personalidad. No me gusta meterle, cómo decir, colores, brillos y cambios a este tipo de instrumento de percusión. Si es una madera, digamos cedro, pues tú tratas de que ese cedro luzca, ese árbol, que luzca esa beta, esa realidad. Y no adelantarle años, ni quitarle años… trato de mantenerlo sin brillo. ¿Entiendes? La conga no tiene que tener brillo, la conga tiene que sonar bien, tú sabes”

Para Francis, ser un coleccionista, músico y restaurador de instrumentos es también un compromiso con la Nación, una forma de preservar aquellos símbolos que nos destacan y que demuestran lo que hemos logrado antes y lo que podemos lograr en el futuro.

“Nosotros aquí en este país, aquí en Puerto Rico, tenemos que defender el tambor de Puerto Rico, ya que esos artesanos nos lo dejaron, los bravos. O sea, ellos no copiaron nada de nadie, ni querían hacer dinero. Esta gente lo que querían era sentirse que estaban siendo productivos y que el país echara para adelante. Tú sabes, y eso es lo que yo quiero, que ese recuerdo se mantenga vivo y que se aprenda de estas piezas que ya están… O sea, nosotros no tenemos que envidiarle a nadie”.

Y esta filosofía también contempla una protección y un respeto de ese patrimonio artesanal: “Yo soy bien celoso con mis piezas de Puerto Rico. Quiero que Puerto Rico siga produciendo y que se siga entendiendo por qué esa gente hacía esto y que se mantenga, que se distribuya, pero que se respete. Que se respete, el tambor se respeta. Toda esta construcción, todo esto tiene un alma. Yo no sé, yo no soy espiritista ni nada de eso, pero para mí tiene. Es como una persona”.

Por Javier J. Hernández Acosta

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