Julie Laporte: Mujer del Sur

Una parte importante de la riqueza de la bomba radica en la diversidad que provocó su desarrollo a través del archipiélago de Puerto Rico. Todavía hoy, lo particular de su baile, ritmos, canto y composiciones sigue siendo eje de estudio para quienes buscan preservar la tradición y expandir su difusión. Para Julia Ivette Laporte García, reconocer las aportaciones de las comunidades del Sur, dar a conocer su legado y hacer nuevas contribuciones para el futuro, es un proyecto de vida. Y esto ha sido así desde muy temprano en su vida.

“Abrí los ojos a la luz en Ponce, pero yo -orgullosamente- soy de Guayama. Así que para estar en paz con toda mi gente, siempre escribo en mi hashtag #MujerdelSur, porque genuinamente, eso es lo que yo me considero: una mujer del Sur. Yo digo que el Sur es un sentimiento, y yo lo cargo por todas partes”.

Julie, la mayor de tres hermanos, siempre estuvo en contacto con la música; recuerda que ya de niña cantaba las canciones que sonaban en la vellonera del Colmado Fe y Esperanza de su abuelo paterno, Antonio Laporte, justo al frente de la casa de su abuela Benita. Allí sonaban las canciones de Los Panchos y de Felipe Rodríguez, entre otros. Pero fue la maestra Betzaida Amaro quien por primera vez le presentó un tambor de bomba como parte de sus enseñanzas sobre las músicas del mundo. Según Julie, “para esa época, ahora que lo pienso, era algo maravilloso, porque fueron unos tiempos en los que la bomba se había perdido”.

Cuando Julie conecta con la Dra. Nora Cruz Roque, comienza su interés por el arte como motor de transformación social y comunitaria. También a través de ella conoció a Marta Almodóvar Clavell,  matriarca de la raza Villodas, familia bombera de Guayama, y a los Flores, cerca de 1983-84, momento que marca una conexión más profunda con la bomba.

Julie se mantuvo en la bomba, sobre todo haciendo coros con José Miguel “Ñeco” Flores, donde comienza su inquietud por conocer más a fondo la historia detrás de las canciones. Por ejemplo, recuerda que su abuelita Benita cantaba mucho la canción “Cachón dice Elena”, algo que le sorprende, pues mientras su abuelita estaba viva, Julie nunca conoció ningún vínculo de ella con la bomba.

Es cuando empieza a colaborar con Bomba del Sur que se desarrolla en la composición, precisamente buscando combinar el estudio y preservación del repertorio tradicional, con nuevas historias.

“Pienso que también tenemos que empezar a escribir canciones nuevas, tenemos que cantar, escribir canciones que cuenten la historia que vamos sacando a la luz, y canciones que cuenten también lo que está pasando en este momento histórico”.

Fue en una sesión en la Escuela de Bomba y Plena Isabel Albizu Dávila, mientras le recalcaba a los estudiantes que era importante conocer las canciones de compositores del Sur, donde reconoce que tiene la gran responsabilidad de seguir mencionando a la región en sus composiciones. Esa misma noche compuso un tema importante en su repertorio y cuyo estribillo dice:

Yo soy del Sur

Yo soy del Sur

Ya no lo dudes, mira,

Yo soy del Sur

Un poco más adelante, en el año 2017, surge la oportunidad de consolidar todas sus inquietudes artísticas y de investigación a través de la creación del Colectivo Umoja. Ahí inicia una etapa importante de comenzar a documentar la historia de la bomba en el Sur. Por ejemplo, Julie recuerda cuando una amiga le dice que conoce a Goro, hermano de Macimbo, una figura importante de la bomba en el Puerto de Jobos que ella había estado estudiando durante algunos años; de ahí surgen todas las conexiones con otras figuras como Petronila Sabater, María Texidor, Andrés Comodín y muchos otros.

Aquí Julie explica la complejidad de estudiar la bomba, porque requiere abordarlo desde una perspectiva muy holística: “Un batey es un sitio donde convergen los que tocan los barriles, los que tocan los cuás, la persona que toca la maraca, la persona que canta, los que entran a bailar y así… Eso es una perfecta analogía de lo que es querer estudiar un punto específico de nuestra historia: es bien difícil porque en algún momento tú tienes que traer todos estos elementos y unirlos para lograr presentar el mensaje completo que quieres.”

También la investigación trae el reto de la equidad en términos de que ese conocimiento que comparten los mayores sea para el beneficio de la comunidad y no sea simplemente una extracción de conocimiento que no añade valor para la sociedad. “Nosotros hemos tenido algunos retos -ya no tanto- pero al principio hablar con los mayores era un poco difícil, porque decían, ‘Es que aquí ha venido un montón de gente a buscar información; entonces, buscan la información, le sacan a uno todo lo que pueden, y después van y hacen sus tesis, y guardan las tesis ahí en la biblioteca de la universidad y jamás los vimos’. Entonces, fue romper con ese estigma que han dejado algunos investigadores… El compromiso de Julie Laporte con estas personas y con cualquier persona que nosotros entrevistemos en el momento que sea, es que esto que tú me estás dando, yo no lo quiero para mí, porque esta es la historia que nos pertenece a todos. Así que mi compromiso es que esto salga, que se le entregue al pueblo… y entonces, ahí fue que comenzamos a hacer las jornadas de divulgación.”

En ese mismo proceso Julie conoció a José M. Cepeda Martínez, hijo de Jesús Cepeda Brenes, el Tambor Mayor, quien por años ha estudiado las famosas libretas de Don Rafael Cepeda Atiles, donde documentaba todo lo que experimentaba con la bomba alrededor de Puerto Rico. Esas libretas hoy representan un legado importante en el estudio de la bomba y su desarrollo. José comenzó a contar con la colaboración de Julie para profundizar sobre algunos nombres que aparecían en las libretas. Un día José llama a Julie y comienza a dictarle unos nombres.

“Me dice -Julie, ¿estás ocupada?  Yo le digo, no, ¿qué pasa? -Es que encontré unos nombres de Patillas que me están bien particulares, porque esto es un grupo familiar completo. Y me dice, -¿Te acuerdas que yo te hablé de los tambores dundun? Te dije que el dueño de los tambores dundun era el que convocaba a la bomba en todo el litoral. Okay, pues este, es ese señor, pero aquí es todo un grupo familiar. Y yo quiero que apuntes los nombres a ver qué te sale.

Y yo: pues… espérate, déjame ponerme los audífonos, irme a la mesa, coger la libreta, el bolígrafo… y le digo: Okay, primer nombre. Y él empieza: -Domingo “el Negro” Clausell, Martina Clausell, François Clausell… [y ahí yo solté el bolígrafo y la libreta.] Benita Clausell, Wenceslao…  Y me dice, -¿Estás escribiendo? Y yo le dije: No. Me dijo, -Pero ¿por qué no estás escribiendo? Y yo le dije: José, ¡porque tú acabas de nombrar a toda mi familia por parte de madre! Domingo “el Negro” Clausell y Martina eran mis tatarabuelos. François Clausell era la mamá de mi amada Benita; esa era mi bisabuela. Benita, mi adorada abuelita Benita. Primitiva, su hermana. Eugenio Santiago, su esposo. Entonces, pues, él me dijo: ¿Qué, Julie?! No, pues yo las acabo de mencionar a todas. Me dice: Pues mira, aquí está. Mi abuelo está hablando de ellos; que Domingo era el que convocaba… el dueño de los tambores dundun. Hacían bomba con tambores dundun, más con tambores de bomba puertorriqueña. Decía que François tenía una voz fuertísima y bella para cantar. Decía que Benita, tenía un estilo bien particular, afrancesado de bailar…” Y entonces, pues, a partir de ese momento, eso fue para mí, mira, ¡yo no tengo manera! Yo tengo una conversación con José Cepeda y a mí las lágrimas me bajaban, pero a chorros.

Ese momento reafirmó aún más su compromiso con la bomba y con el Sur, sobre todo con un concepto muy importante en su trabajo: la comunidad. Julie también recuerda muy bien la complejidad en términos políticos y sociales de la década de 1980. Sin embargo, es en medio de ese entorno que siempre vio la bomba, en los nacimientos, las celebraciones, los cierres de fábricas que dejaban sin empleo a muchas familias, en momentos de proteger a la juventud, etc. Ahí siempre estaba la bomba. En sus propias palabras: “Yo no le quito nada a las tarimas, según no le quito nada a la academia, pero las cosas que impactan se gestan en la comunidad”.

Por Javier J. Hernández Acosta

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