María y Caymi: El legado de Héctor «Atabal»

El trabajo de Héctor Rodríguez y el grupo Atabal tiene un espacio importante en la historia de la música puertorriqueña contemporánea. La labor de Héctor tiene que mirarse desde los múltiples roles que asumió a lo largo de su vida, incluyendo la gestión cultural, la investigación, su trabajo como líder y como percusionista. El grupo Atabal llegó en un momento importante de la década de 1980 para abrir camino a la percusión afrocaribeña y latina como protagonista, aprovechando para fortalecer puentes con el repertorio tradicional, la canción de autor y otras manifestaciones musicales.

Héctor nació en Trastalleres, aunque luego se movió al barrio Quintana y luego a Los Millones en Bayamón. Sin embargo, ya en Trastalleres comenzó a relacionarse con la música de tríos, las fiestas de Loíza y, con cierta distancia, a la plena, que en aquel momento todavía no tenía la presencia y aceptación de estos tiempos.

Su hijo Caymi cuenta como su padre se enamoró de la percusión a través de los músicos de Tito Rodríguez y otras orquestas de Nueva York como Johnny “La Vaca” Rodríguez y Papi Andino. Pero también se mantuvo muy conectado a la música de Cortijo y su Combo y con la música jíbara de artistas como Chuíto “El de Bayamón” y Ramito. Su compañera María Laborde describe de cierta manera el perfil multidisciplinario de Héctor: “O sea, a Héctor la gente lo conoce por bomba, plena y percusión. Pero, por ejemplo, una vez le dio con aprender Tap. También cogió clases con Freddy Miranda de flauta. Le dio con tocar Glockenspiel y compró un Glockenspiel. O sea, al hombre le gustaban muchos instrumentos… tuvo marímbulas. Y llenaba la casa de instrumentos”.

Sobre los inicios de Atabal, María nos remonta al momento en que se conocieron. “Yo lo conozco en el 74 y en ese momento estaba tocando bongó y tocaba con distinta gente. Y acompañaba a El Topo, a Danny Rivera y tocaba jazz con El Gato”. A esto Caymi añade la colaboración con el grupo Moliendo Vidrio que dirigía el fenecido Gary Núñez. Y María continúa… “Pues en el 80 y tanto… 81, 82… va moviéndose con Irving, pensando en el concepto de un grupo donde fuera la percusión lo principal. Por lo tanto, el grupo inicialmente no se piensa ni con brass, ni con otros instrumentos que no fueran de percusión. Estaba Irving García (percusionista), Jorge Arce (percusionista). Y entonces con el tiempo, yo creo que pasó como un año, antes de que entrara Pedraza”.

Todo esto ocurre en la década de los 80, una época donde la música experimenta grandes transformaciones. La propia María destaca su pasión por el rock, pero luego conecta con la música puertorriqueña y la Nueva Trova, que también cobraba mucho auge en la época, esto sin restar la popularidad que mantenía la Salsa. El camino hacia esa primera grabación no fue fácil, sobre todo el proceso de selección de las canciones, definir los estilos, pero también por la búsqueda de fondos para lograrlo. “Fue de mucho trabajo. Yo recuerdo que se empieza a grabar en el 82, pero no sale hasta el 86”.

Caymi tiene muy clara la evolución del sonido de Atabal desde sus comienzos. “Yo entiendo que en los 80 cuando arranca, tiene una gran variedad en su propuesta. Ellos estaban jóvenes, estaban experimentando. Estaban recibiendo influencia de un montón de lugares… de Cuba, de Brasil. Estaban tratando de meterle también a lo del Palo haitiano. Y representar la herencia caribeña… un poco más allá de lo que normalmente los boricuas nos llevamos, que estamos como turistas en el Caribe”. A lo largo de las próximas décadas el sonido fue evolucionando, también influenciado por distintos músicos y cantantes que estuvieron en el grupo como Ramón Pedraza, Peter Torres, Chaiky González y muchos otros. De igual forma, destaca su contribución cuando poco a poco fue asumiendo responsabilidades en el grupo e incorpora la plena y la bomba como elementos centrales del proyecto. Sobre este cambio, también lo atribuye a la presencia que tiene la bomba y su estudio, y la accesibilidad de grandes exponentes como Vitito Emmanuelli y Mariela Mendoza.

También es importante destacar el rol de liderato de Héctor con el grupo, algo que siempre se reflejó en el profesionalismo de la agrupación, no solo en elemento visual de la banda y de la responsabilidad de los músicos, sino también el nivel de calidad de los arreglos. En su momento, esta responsabilidad la tuvieron arreglistas como Julito Alvarado, Roberto Jiménez y Pedro Méndez, entre otros. Actualmente, la agrupación utiliza talentos como el maestro Ricardo Pons. María lo resume diciendo: “Atabal siempre ha tenido esa visión de lo que quiere hacer, cómo lo quiere hacer y cómo quiere que lo visualicen. Hay un branding, eso sí, hay un branding de cómo ven el grupo y hay que mantener esa imagen”.

Y así como Héctor siempre estuvo pendiente de la evolución y la innovación que caracterizó al grupo, María está consciente que en el momento actual el grupo tiene que continuar ese camino.  “Caymi obviamente viene de una época en que el reggaetón y todo lo que estaban haciendo artistas como Bad Bunny y esas cosas… es atractivo. Uno quisiera tener un público que viera a la bomba y la plena de la misma manera y que quieran entrar y pagar por los conciertos. Y elevar económicamente a la bomba y la plena, no musicalmente, que está muy bien. La bomba y la plena está muy bien, pero cómo lograr que ese público, y no voy a decir joven porque hay montones de gente de mi edad que le gusta el reggaetón, pero que vayan. Que paguen por verlos”.

Para finalizar, María nos deja una reflexión importante sobre la preservación de un legado tan grande para Puerto Rico como lo que logró Héctor Rodríguez “Atabal”. “El legado no puede ser simplemente en papel. El legado tiene que ser, como yo entiendo que mucha gente lo piensa, que es: Si uno representó algo en un momento dado musicalmente, el legado tiene que ir más allá de decirlo. Tiene que haber un respaldo. Yo necesito que se sienta, que no sea simplemente que uno vea en Facebook que ponen un recuerdo. Porque un legado sin que haya trabajo, de nada sirve. Tiene que ser un respaldo real”.

Por: Javier J. Hernández Acosta

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