Aurelio María Lima Dávila, en sus propias palabras, es hijo de dos poetas revolucionarios. Tanto Angelamaría Dávila como José María Lima siempre estuvieron comprometidos con la liberación de un País intervenido. Pasó su infancia en Capetillo en Río Piedras, en una época de mucha efervescencia cultural donde se destacan los café-teatros que abundaban en la ciudad capital. Su primer recuerdo con un tambor fue cerca de los 4 años, un tambor africano con una afinación de cuñas y el cuero con pelos que su tío había llevado a la casa de su abuela donde se criaron.
Además de esa escena sólida de café -teatros, también recuerda como la plena tuvo un amplio resurgir en los años 80. “Hubo un gran fervor con la plena, claro, después de Los Pleneros del Quinto Olivo que fueron los que la levantaron… Ellos con su estilo único, orquestal, pues cambiaron la plena, o sea, la subieron. Entonces la gente bailaba plena en las calles, fue otra cosa, fue una revolución bien grande”. Para esa época recuerda la figura de Quique Yoruba, amigo de su madre y quien lo introdujo a los panderos, pero también a Enrique Colón Virriel, padre de crianza y músico de la Orquesta Sinfónica de Puerto Rico. De la misma forma, otros músicos contemporáneos como Charlie Pizarro y Bobby Trinidad estuvieron cerca en esa primera etapa.
Poco a poco Yeyo fue insertándose en los distintas vertientes de las artes y la cultura, tanto de la plena como de la rumba cubana que comenzaba a cobrar auge en la Isla, pero también en los escenarios universitarios que incluían las luchas estudiantiles y las exploraciones artísticas dentro de la Universidad de Puerto Rico. Ahí recuerda la creación de Taller Libre de Expresión que integró junto a colegas como Ricardo Pons, Ronald Rosario, Margarita Espada y Alberto Toro, entre otros, colectivo que integraba la música con el teatro. Fue una época de involucrarse directamente con agrupaciones musicales. “Y ya a mediados de los noventa, hicimos lo que yo le llamaba una orquesta de plena… que se llama Terraplén. Y ahí en Terraplén tuve la oportunidad de desarrollarme como compositor”. Este taller fue muy importante para la plena y para el entorno universitario de la UPR. En ese grupo estuvieron figuras importantes como Israel Santana, Joksan Ramos, Pipo Reyes, Moncho Tarima y muchos otros.
La rumba fue otra escena en la cual Yeyo participó durante mucho tiempo. Recuerda haberse incorporado gracias a Bobby Trinidad, quien lo llevo a las rumbas del Vidy’s en Río Piedras. Allí se acomodaban los rumberos al aire libre y con Totin Arará casi siempre al micrófono, cuando estaba disponible. Allí se congregaban músicos que hoy todos reconocemos como Anthony Carrillo, Giovanni Hidalgo, Paoli Mejías, Papo Cadena, Junito Conga y mucho otros. “Era una gestión cultural muy importante. Aunque ahí lo que se tocaba era rumba, lo que conocemos como rumba cubana. Pero ya no es rumba cubana porque nosotros los boricuas nos apropiamos de todo. Tenemos ese poder espiritual”.
“Ya yo estando en Terraplén y ya conociendo a Pipo Reyes, de Manatí, Puerto Rico… un gran amigo y hermano. El es artesano de panderos y mi primer pandero fue un pandero de una sola pieza, cedro hembra rojo, bello! Fue hecho por él”. Desde ese momento los panderos han sido una gran acompañante en la vida de Yeyo, algo que describe muy bien desde la óptica espiritual.
«Desde el imaginario del artesano, cuando pasa todo eso, esa energía espiritual de los cuerpos espirituales y energéticos al cuerpo físico y orgánico de ese artesano, que le pone toda esa intención a ese tambor para que lo reciba una persona que tiene la misma devoción, que son los tocadores del tambor. Y lo recibe, dando ese intercambio de la energía espiritual a la energía del tambor y a la energía del artesano que lo recibe… dando ese intercambio para hacer uso de él como una herramienta de trabajo, como una herramienta social, como un arma, como un caldero. Que de hecho se hacían de caldero. Entonces eso ya cobra otra significancia. Cobra otro simbolismo vivo. No un simbolismo metafórico, el símbolo vivo… que tiene vida. Claro, entonces tiene ya, la vida de la madera, la vida del artesano, la vida del golpe del tamborero, la vida de la vibración de los coros, de la multitud, del colectivo. La vida de la emoción, de la vibración de esas voces… o mientras tú despides a alguien que amas mucho, que le das a ese cuero como si no hubiera mañana…”
La experiencia de Yeyo le ha permitido transitar entre la composición, la interpretación y la ejecución del instrumento. Los tres procesos tienen sus particularidades, pero cada uno tiene una conexión espiritual además de lo funcional y lo técnico que requiere. Reflexionando sobre la Plena, Yeyo destaca su poder de adaptarse a los distintos momentos de conexión del ser humano, ya sea cuando está celebrando, cuando está despidiendo a un ser querido o cuando está luchando por las cambiar las condiciones de su País, como en el caso de Puerto Rico y su condición colonial. En cada una de ellas, lo humano y lo espiritual tienen un rol importante y en ocasiones las formas se alternan dependiendo de la situación.
“Entonces yo he experimentado distintos tipos de composición… Hay unas que son intelectuales emocionales y hay otras que son espirituales. ¿Cómo yo he logrado definir cuál es cuál? … Si yo entro en un proceso de métrica, de aritmética, de leyes gramaticales, de ortografía, de conceptos de tonalidades menores o mayores, de temas de estructura, décima, verso, soneto… Si yo entro en eso, estoy en lo intelectual y eso me toma más tiempo, tiempo lineal del que conocemos. Me toma tiempo. Versus o frente a una composición espiritual que llega así, y no puedes parar de escribir.
Aquí Yeyo presenta un ejemplo de una canción que dedicó al patriota Filiberto Ojeda Ríos.
Un ejemplo de eso es Jardinero, es una mezcla de las dos cosas. Una composición que yo hice, que se hizo en Plena, pero se ha grabado en bomba y que fue cuando nos asesinaron a Filiberto Ojeda Ríos. Las primeras dos estrofas y el coro, es una canción de guerra, es una canción de duelo. Pero no es de duelo, no es de pésame, es una canción de guerra. A mí me llegó, pero no es mía, yo soy un instrumento, en ese momento histórico en que estábamos viviendo y el subconsciente y consciente colectivo. Estábamos en una ira con pena tan grande, y recuerdo cuando yo llegué esa tarde a El Boricua, que yo no sabía que había pasado, de momento todavía El Boricua no está como está ahora, y tenía una ventanita por donde tú también podías pedir desde afuera. Y estaba haciendo fila Marien “Tambuyé” Torres, mi comadre de mi alma, y yo siento como la energía… estaba denso eso. Y ella está de una cara, y le dije ¿qué pasó? Me dice -acaban de matarnos a Filiberto, lo asesinaron ahora-. Recuerdo que yo me fui para mi carro a oír la noticia y salió, ‘han revolcado el hormiguero, han revolcado el hormiguero, asesinando al jardinero, pero sus flores alzan vuelo y van…’ Entonces sale eso así, eso es una composición espiritual.
De la misma forma, Yeyo reconoce la gran influencia del Sonero Mayor Ismael Rivera desde que era muy joven, algo que luego se mezcló con otras influencias como Los Muñequitos de Matanzas y Yoruba Andabo en el caso de la rumba. De todas formas, la intepretación para Yeyo es parte de un todo y de la importancia de la alineación con los tambores y todo lo que está pasando en el momento. Y nuevamente recalca en el rol de la Plena y el pandero como herramienta social: “La Plena es un corazón de resistencia vivo y nosotros tenemos que descolonizarnos. Entonces dentro de esta demagogia del matrix y de la ilusión mundial que estamos viviendo, que nos está oprimiendo y confundiendo a todos. Esto es patrimonio nacional”.
Por Javier J. Hernández Acosta