Alfredito y la tradición rumbera de Cataño

Alfredo Rodríguez Rivera, mejor conocido como «Alfredito» en el ambiente musical, nació un 11 de marzo de 1971, el mismo día en que en el recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico se dieron los choques más violentos entre estudiantes y la policía, reflejo de una época de muchas tensiones, pero también de gran actividad cultural. Creció escuchando la música que ponía su abuela, entre la que destaca al Cuarteto Mayarí, y mediante la influencia de su padre, quien también era músico, y llegó a tener su propia agrupación conocida como La Charanga Taína.

De ese ambiente musical llega la conexión con la percusión, ya que su padre organizaba algunos rumbones donde Alfredo recuerda a muchos músicos de Cataño como el gran Eladio Pérez, conocido por sus trabajos con Eddie Palmieri y Tommy Olivencia. Allí también interactuó con otros percusionistas como Tatito, el Nene Blasini, Papo Castro, Monchito y Nelson El Trepiche, entre otros. “Entonces un conguero, que fue uno de los que ayudó mucho a la juventud en Cataño, fue el señor Ray Romero. Romero aportó mucho en lo que fue el conocimiento de los géneros cubanos en el pueblo de Cataño. Otro conguero a quien le debo mucho y que mucha gente lo conoce de la escuela vieja: Don Félix Ventura. Ellos eran congueros que venían de Nueva York con unos conocimientos en relación de la música cubana y aportaron tanto que ayudaron a esa juventud y a ese movimiento a crecer en la percusión en Cataño”.

Si Alfredo tuviese que organizar el “soundtrack” de aquellos primeros años tendría que mencionar a Roberto Faz, Benny Moré, Machito, Tito Rodríguez y Vicentico Valdez. “Entonces cuando también entro y conozco a Cachete Maldonado… en la parte folclórica. Conozco primero a José Ramírez y después conozco a Cachete, me ayudaron un montón. Un percusionista también que me ayudó mucho se llama Juan Fuentes, que le dicen Tartabur. Esas personas me ayudaron tanto a mí, tanto en el área folclórica como también los otros me ayudaron en la música popular”.

Sus primeras experiencias profesionales fueron en agrupaciones en la iglesia, y recuerda ese primero momento en que su papá le pidió que sacara el bongó del carro para que sustituyera a Alberto Machuca, quien luego se convertiría en un importante bongocero. Un poco más adelante, tuvo otra oportunidad para la cual no sabía con quién tocaría y resulto ser un Big Band dirigido por el maestro Pedro Rivera Toledo. Aquella noche compartió tarima con reconocidos músicos que luego se convertirían en colegas, entre los que destaca a Luis Quevedo en el piano y a Elías Lopés y a Juancito Torres en las trompetas.

Poco a poco Alfredito comenzó a también desarrollar una carrera en el mundo del Jazz, compartiendo con músicos contemporáneos como Francisco “Pirulo” Rosado y Edgar Abraham, que venían posicionándose en el ambiente musical. De ahí surgió una gran oportunidad de grabar con Endel Dueño el disco Energy, experiencia que fue posible gracias a una recomendación del maestro percusionista David “La Mole” Ortiz, quien fue conguero de Rafael Cortijo. Así siguieron importantes colaboraciones con artistas del Jazz Latino como Hilton Ruiz, Elliot Feijó, Piro Rodríguez y Eric Figueroa.

La experiencia de Alfredo se extendió a otros artistas como Camilo Azuquita y los Gipsy Kings. Sin embargo, en medio de ese proceso también comienza a adentrarse en la música afrocubana a través del trabajo de Cachete Maldonado y lo que venía haciendo con percusionistas como Anthony Carrillo, José Ramírez y Giovanni Hidalgo.

Pero Alfredito es producto de un ecosistema de mucha riqueza musical como la que tiene el pueblo de Cataño:

“En la calle que yo vivo, esa calle le llamaban «tierra maldita» porque eran negocios de fiesta y de jolgorio. Entonces más alante yo tenía el solar de Domingo Negrón, que era donde se hacían en aquella época los bateyes. Cataño ha sido un pueblo bien rico en ambientes de folclor. Aquí estaban los hermanos Maysonet y el cantante Caldí (Ricardo Nuñez) en el género de la plena. En la bomba estaba Flor. Yo compartí con Flor porque ellos tienen un parentesco familiar con mi papá y mi abuela… Como te digo, los Maysonet, estaba Caldí, estaba el señor Truco, Gallego… Estaba Félix Ventura, Monchito, Rami… Teníamos la orquesta La Criolla, de Luis Samó. La orquesta La Criolla es la charanga nacional. Uno de los cantantes más mayores, Nacho Sanabria, su tumbao, Nacho “la ruñidera”.

Pero también había un gran ambiente de rumba y de buen compartir musical. “Todos estos cantantes famosos venían a compartir porque había el movimiento de la alegría musical, del ambiente del barrio. Había el barrio, había rumba… -pues mira vamos para acá a casa de Freddy-. Vamos para la esquina de allá y se pasaba bien. Me recuerdo que hay un video que está en Youtube que estamos Giovanni, Anthony, está Gallego, los Maysonet y Sammy Gascot en el negocio Los Muchos que sale blanco y negro, que yo no me imaginé que existía ese video. En esos días Giovanni bajaba para Cataño porque Giovanni era de San Juan y nosotros compartíamos como una familia”.

Pero también Alfredo tiene muy claro el recuerdo de los instrumentos que ha tenido. Comenzó con unas panderetas que utilizaba con sus amistades para tocar por el barrio y luego tuvo su primer bongó. Entonces aparece la figura de Sixto Carmona, artesano de Cataño quien le fabrica su primer quinto. “Ese quinto tiene un valor porque, primeramente, la persona que lo hizo se llamó Sixto Carmona. Mi papá tenía unos arreglos y le dijo ‘mira yo tengo el nene que quiere tocar y necesito que me lo haga’. Y Sixto le dijo: ‘pues dame un par de arreglos de esos y yo le hago el quinto al nene’. Ese quinto tiene un significado importante por la persona que quien viene. Luego tuvo unas tumbadoras que el fenecido percusionista y cantante Frankie Rodríguez le vendió a su papá y luego tuvo unas Timbas Ismael que pidió siguiendo un diseño de unas tumbadoras similares que tenía José Ramírez.

Sobre Sixto Carmona, Alfredito recuerda que “Sixto era bien chévere conmigo y me trató siempre bien porque recuerda que yo era el nene que estaba dando vueltas por ahí. Yo era el nene que estaba averiguando que era lo que estaba pasando en el movimiento de la rumba. Yo llegaba a casa de Sixto y él me llevaba para un cuarto que tenía lleno. El hacía un montón de congas y le encargaban muchas. Entonces tenía el torno, tenía sus cosas allí, sus herramientas rústicas. Entonces tenía un tambor que era como bien africano en medio de la sala, que era en un cuero bien grande y recuerdo que tenía una caja de ritmo que él la tocaba con los dedos, bajo de ritmo de estos cubanos y yo llegaba allí y Sixto me decía -ven acá que te voy a enseñar lo que estoy haciendo-, esto y lo otro. Entonces me tiraba los rumbones porque llegaba de momento Gallego, llegaba Félix, llegaba Eladio y ellos tenían su clan. Era como un corillo de ellos darse el palito y a vacilar. Y yo vi eso y era un ambiente agradable que me servía a mí de desarrollo”.

Otro artesano importante de Cataño que también destaca Alfredo es Georgie Rodríguez, quien también era amigo de Sixto y de Junior Tirado, con quienes intercambiaba impresiones sobre las distintas etapas del proceso de fabricación de tambores. “Georgie era un artesano que sabía de soldadura y él le decía esto y el otro le comentaba. Esa gente fueron los que crearon, como decir, el tambor nacido en Cataño. Eran los artesanos de Cataño los que tenían el control de cómo hacer un tambor representativo de Cataño”.

Sobre las futuras generaciones de músicos Alfredito deja un mensaje muy claro: “Yo pienso que los cambios han venido por una razón. Hay que buscar la información vieja. Hay que ir a la raíz, o ir a los pioneros, por lo menos en la sección rítmica. Hay muchas cosas que se desconocen, que muchos de la nueva juventud, que son buenísimos y hay mucho talento, pero tienen que oír los discos, tienen que sentarse con los que quedan y preguntar: ¿por qué razón?”

Por Javier J. Hernández Acosta

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